La muerte iniciática hace posible la tabula rasa (la tabla en blanco) en la que vendrán a inscribirse las revelaciones sucesivas, destinadas a formar un hombre nuevo. El iniciado “muere” a la existencia dada por los padres y comienza una vida nueva, que se concibe como la auténtica existencia humana, por cuanto se halla abierta a los valores del espíritu.